No había que mirarle los ojos para saber que moría,
ni tampoco era necesario estar en su corazón,
para darse cuenta que ya no quería latir.
Las almendras me saben a penas hoy,
y el aire me sabe a alambre.
Te fuiste sin despedirte,
como se va la primavera;
te fuiste a tu cielo azul,
y me dejaste en esta nube negra de tu ausencia
Amarrenme miestras canto y lloro,
que esta pena será mi condena.
Las lágrimas que lloraste amor,
en la tierra quedan en cadenas;
Y tus manos que acariciaron mi alma,
hoy pintan estrellas en el cielo de Dios.
Y los bosques Amor...
los bosques en que soñamos ser...
Yo una hoja y tú una flor,
serán mañana la casa gigante
de otro soñador y su inmortal Amor.
Isk.-